El Ruedo Ibérico – Historia y Cultura de España
Alrededor de 40.000 moriscos, la mayoría procedentes de la Corona de Castilla, se establecieron en el norte de África tras su expulsión de la Monarquía Hispánica en 1609.
Por lo general, los moriscos españoles no fueron bien recibidos por los marroquíes debido a que llegaban vestidos a la española y hablando castellano; mezclaban sus nombres y apellidos cristianos con los arábigos; su fe musulmana les merecía tan escasa confianza que les llamaban «los cristianos de Castilla», y aunque esto fuera efecto de la malevolencia, sí es cierto que algunos moriscos se confesaron allí cristianos y sufrieron martirio». Esto último está recogido por algunos cronistas como Luis Cabrera de Córdoba:
“Se sabe que en tierras de Tetuán han apedreado y muerto con otros géneros de martirios a algunos moriscos que no habían querido entrar en las mezquitas con los moros.”
Los siglos de aculturación dentro de la sociedad castellana les hacían fácilmente distinguibles de los autóctonos marroquíes:
“Los hombres llegaron a Rabat vestidos con sus trajes caballerescos de trusa, capa y tizona al cinto; mientras las señoras lucían los vestidos a la moda de la Corte de Madrid.”
Los moriscos españoles llegaron a crear una pequeña república marítima independiente del sultanato marroquí que existió entre 1626 y 1668 alrededor de las actuales ciudades marroquíes de Salé y Rabat. La República de Salé, también llamada República del Bu Regreg, República de las Dos Orillas o República de Rabat-Salé.
La República se convirtió en un activo centro comercial que atrajo a otros refugiados moriscos y locales de origen andalusí, así como a renegados europeos, judíos y comerciantes cristianos. Principalmente se dedicó a la piratería en el área del Estrecho de Gibraltar, hostigando las costas de Ceuta y Andalucía, frecuentemente en connivencia con el Imperio otomano.
En el momento de mayor apogeo contaba con una flota de unos cuarenta barcos, construidos con madera de la zona siguiendo el modelo holandés. Sus acciones llegaron hasta las costas de Islandia y en ellas lograron apresar gran número de barcos, cuyos tripulantes y viajeros eran convertidos en cautivos y cuyas mercancías dieron lugar a un intenso tráfico comercial. Más que las fortificaciones, lo que hacía casi inexpugnable al puerto de Rabat-Salé era la poca profundidad de las aguas del río, por lo que sólo los pilotos que lo conocieran muy bien podían entrar en él.
Sorprendentemente, alrededor del año 1631, los moriscos de esta república independiente llegaron a ofrecer entregar la república a la España de Felipe IV. Hicieron llegar el proyecto de tratado al duque de Medina Sidonia para que éste lo trasladara al rey. En el mismo proponían, «por el gran amor que tienen a España, pues desde que salieron suspiran por ella», entregar la ciudad con las siguientes condiciones:
-Que les dejen volver a España, encargándose ellos de indemnizar a los vecinos que los habían reemplazado.
-Que las autoridades municipales sean de su misma nación, «para que no les hagan los agravios que en otros tiempos han recibido».
-Que no hubiera entre ellos más cristianos viejos que los curas y frailes necesarios para adoctrinarlos; y que la Inquisición no castigue durante veinte años a los que han nacido en Berbería y no están impuestos en la religión católica.
-Que se les guardarán antiguos privilegios que tenían, sin hacer diferencia entre ellos y los demás vasallos en materia de tributos. Se les respetarían sus haciendas, dándoles cédulas sobre ello, y las mismas seguridades se darían a los demás andalusíes que quisieran volver, «porque hay muchos en Tetuán y Argel que en sabiendo que podrán venir, vendrán». En comprobación de que eran cristianos remitirían informaciones avaladas por cautivos cristianos de cómo muchos moriscos habían sido martirizados y muertos por la fe de Cristo.
-Ofrecen llegar a Sevilla con sus navíos de corso, que quedarán en propiedad de Su Majestad el Rey.
-Ofrecían entregar la fortaleza de Salé con sus 68 cañones, para lo cual bastaría enviar una compañía de cien hombres. También entregarían la correspondencia que habían cruzado con el rey de Inglaterra…; también los papeles que tenían de los burgomaestres de Amsterdam.
-Antes de la partida despojarán la judería, que es muy rica, aguardando el tiempo en que vienen las cafilas y los judíos de Flandes con navíos muy interesados, y todo lo entregarán a V.M.; y las demás haciendas de mercaderes holandeses y franceses, que suelen ser de consideración». A cambio de este botín y de sus naves el rey les daría 200 libras de oro.
Firmaban el documento cuatro hornacheros principales que a la usanza morisca, mezclaban nombres cristianos y arábigos: Mahamet ben Abdelkader, gobernador de la Casba, el caid Bexer Brahin de Bargas y los escribanos Mumamet Blanco y Musa Santiago.
Aunque se entablaron negociaciones pero éstas no prosperaron. Finalmente, en 1668 el sultán de Marruecos puso fin a la república, integrándola de nuevo en el reino marroquí.
Los moriscos se dispersaron por otras ciudades marroquíes y lentamente fueron perdiendo la conciencia de su origen, aunque todavía atestigüen la presencia de sus descendientes, apellidos como los de Carrasco, Palomino, Blanco, Pérez, Rodríguez, Medina, Toledano…».
Hasta bien entrado el siglo XX, cuando Rabat empieza a extenderse y absorber población de otras partes de Marruecos debido a su capitalidad, fue muy importante la comunidad genéricamente llamada «andalusí», y dentro de ella la específicamente morisca, reconocible por sus apellidos de procedencia castellana como Almodóvar, Piro (Pero o Pedro), Balafrej (Palafox), Bargash (Vargas), Mulina (Molina), Baes (Páez o Báez), Sordo, Moreno, Chiquito, etc.