Haciendo alusión a un soneto de uno de los grandes de la literatura castellana de todos los tiempos, Francisco de Quevedo y Villegas. Este insigne escritor del Siglo de Oro tenía una visión de las mujeres poco ortodoxa y un tanto frívola, pero ya sabemos que “perro ladrador, poco mordedor…”
Les presento un soneto de Quevedo, uno de los históricos, un soneto que es característico de la visión misógina de Quevedo. En él, pasa revista a una serie de tópicos sobre la mujer basándose únicamente en su edad. Es curioso comprobar cómo el poeta que ha logrado hacer los poemas de amor más delicados es también capaz de crear sonetos como este:
De quince a veinte es niña; buena moza
de veinte a veinticinco, y por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a treinta.
¡Dichoso aquel que en tal edad la goza!
De treinta a treinta y cinco no alboroza;
mas puédese comer con sal pimienta;
pero de treinta y cinco hasta cuarenta
anda en vísperas ya de una coroza.
A los cuarenta y cinco es bachillera,
ganguea, pide y juega del vocablo;
cumplidos los cincuenta, da en santera,
Y a los cincuenta y cinco echa el retablo.
Niña, moza, mujer, vieja, hechicera,
bruja y santera, se la lleva el diablo.
Francisco de Quevedo y Villegas
En este soneto Quevedo nos habla de la evolución de la mujer durante su vida desde un punto misógino ya que la menosprecia diciendo que a partir de cierta edad no vale para nada. Por una parte se puede medio entender esa idea debido a que en ese época no se apreciaba nada a la mujer, solamente como moneda de cambio, fregona o para llevársela a la cama.
Desengaño de las mujeres
Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.
Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.
Mas llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado
Si de otras tales putas me pagare,
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.
Siguiendo la línea de los poetas renacentistas como Boscán, Garcilaso, Herrera, y alguno que otro más, Quevedo retoma en su poesía amorosa los elementos de la tradición petrarquista: la amada inalcanzable, el sentimiento inquebrantable hacia ella, la silenciosa queja del amante herido de amor, etc., pero adapta estos tópicos a la perspectiva de su propia época con vetas de sombría y, a la vez apasionada, expresión del afecto. En esta perspectiva, dominada por la presencia constante de la muerte, el amor se muestra como una fuerza que permanece más allá del final de todas las cosas.
El amor, en Quevedo, se presenta de una forma contradictoria: por un lado vence la angustia del tiempo que transcurre inexorablemente, pues perdura más allá de la muerte. Pero, por otra parte, este sentimiento está dirigido a un ideal inalcanzable y, por tanto, es una frustración más. Como otros poetas barrocos, define el amor como un conjunto irreconciliable de elementos contrarios.
Paradójicamente, Quevedo, que fue desamorado y misógino, y que apenas cantó a mujeres concretas, es nuestro máximo poeta del amor, concebido por él como la única fuerza capaz de vencer a la muerte.
Gran parte de los poemas de amor se deben al hombre que ama al amor, que anhela amar y ser amado, más sufre decepción por la convivencia: nunca fue dichoso en el amor y su fracaso matrimonial, casado tardíamente, fue buena prueba de ello. Con toda seguridad inventó a Lisi, su musa quimérica, y a ella dedicó sus composiciones amorosas.
La poesía satírica de Quevedo se basa en los rasgos típicamente conceptistas: el poeta construye conceptos con ingeniosos juegos de palabras y metáforas. Además, utiliza léxico procedente de registros muy variados: desde el nivel culto hasta el de germanía.
El objetivo que el autor persigue es el humor y, sobre todo, la crítica de algunos personajes reales de la época (enemigos o rivales suyos, como el propio Góngora) y de ciertos hábitos sociales. En este sentido, llama la atención la mordacidad con que ataca la hipocresía, la ambición desmedida de poder, la corrupción política, la pedantería, etcétera.
En la obra satírica de Quevedo, hay un buen número de composiciones que muestran toda una galería de personajes tipificados. Se trata de retratos de tipos sociales de ámbitos diferentes: el mundo de la justicia (jueces, alguaciles, escribanos) o el del hampa (pícaros, mendigos, prostitutas) o de oficios diversos (sastres, taberneros, boticarios, zapateros o médicos). En otras ocasiones, el tema escogido es la caricaturización y ridiculización de tópicos y modelos literarios, como los habituales de la poesía amorosa de tradición petrarquista.
Los tópicos literarios sobre la belleza femenina quedan cuestionados y ridiculizados en este soneto de Poemas satíricos y burlescos: “Riesgo de celebrar la hermosura de las tontas”