BATALLA DE PAVÍA
Pero su rendida espada,
prenda de insigne valor,
testigo eterno de un triunfo
que el orbe todo admiró,
en nuestra regia armería
trescientos años brilló,
de los franceses desdoro,
de nuestras glorias blasón.
Nos situamos en el siglo XVI, momento en que la corona del Sacro Imperio Romano Germánico se debatía entre dos candidatos: Francisco I de Francia y Carlos I de España.
Los príncipes electores alemanes eligieron sin dudarlo a nuestro monarca, cuestión que motivó preocupación entre los franceses, pues Francia quedaría aislada y rodeada por todas sus fronteras por el soberano más poderoso del mundo conocido.
La primera medida que pretendió adoptar el rey francés fue abrirse paso a través del Milanesado, territorio que se encontraba al norte de la península italiana. Así que en 1521, el francés se dirige a la plaza con un ejército de 40.000 hombres con la intención de arrebatársela a España. No solo tenía intenciones de ganarla sino mostrar su desafío a la corona imperial.
En el trayecto de la campaña se libran varias batallas; las batallas de Bicoca y Sesia, con gran éxito para el ejército español. En otras ocasiones, debido al efecto sorpresa, el francés avanzaba con regularidad y empuje, ganando plazas con relativa facilidad, debido al grueso de su ejército y a una eficaz artillería.
En 1524 el francés alcanza los Alpes y ocupa Milán, ciudad que había sido abandonada por los españoles tras conocer el avance del ejército francés, yéndose a parapetar al bastión de Pavía, siendo esta ciudad fortificada la que tenía mejores posibilidades de defensa.
Francisco I llega a Pavía y comienza el asedio. Era el 28 de octubre de 1524
La ciudad estaba defendida por 5.000 soldados a cuyo frente se encontraba su gobernador, el militar Antonio de Leyva.
Los franceses ubicaron su campamento rodeando la fortaleza y se mantenían así mismo dispersos por una zona de caza cercana, limitada por un muro de 2 metros de altura y en cuyo interior se encontraba el castillo de Mirabello. Es en esta zona del parque, un humedal pantanoso con escasas condiciones de visibilidad, dónde se desarrolló la dura batalla meses más tarde.
El asedio francés ya duraba cuatro meses; en el interior de la fortaleza los ánimos decaían debido a la escasez de alimentos, de agua, propagación de enfermedades e indisposición de los mercenarios suizos y alemanes, que al faltarles el salario amenazaban con rendirse al francés contagiando el desánimo a los soldados españoles, que se resistían a claudicar.
Los ánimos se elevaron al recibir noticias del envío de un ejército de auxilio, con 20.000 hombres, enviado por el Emperador, al mando de Fernando de Ávalos, marqués de Pescara.
Mientras tanto, la resistencia era tenaz en el interior de la ciudad; las cargas de artillería y los problemas internos no agotaban la capacidad defensiva.
Se ejecutaron varias acciones de encamisados en el campamento enemigo; se iban produciendo numerosas bajas; los españoles no se quedaban quietos.
En enero de 1525 llega el ejército de auxilio y comienzan las acciones para abrir una brecha en el muro que rodeaba el parque de Mirabello, a cargo de los encamisados, que logran derruir parte de la muralla e irrumpir en la zona, tomando el castillo.
Al mismo tiempo, las tropas que contenían el asedio en el interior de la ciudad salen para el enfrentamiento definitivo que, por una parte se dará en la zona del parque y por otra en las inmediaciones de la fortaleza.
En la zona de Mirabello se libra el combate duro y sangriento, pues el rey francés concentra todo su ataque contra el ejército de auxilio, teniendo la seguridad que una victoria haría rendir Pavía. Los soldados de Ávalos se enfrentan a la artillería y caballería francesas –la mejor del mundo en esos momentos y con un gran número de efectivos, superior a la española-
En una magistral táctica de Fernando de Ávalos – observando que la batalla se decantaba hacia el francés pues la intervención de su caballería había prácticamente diezmado a la española- ordena guarecerse a la caballería, cuerpo a tierra de la infantería para evitar la descarga incesante de artillería francesa, y recurre a unos cientos de arcabuceros que se hallaban ocultos para atacar el flanco izquierdo del ejército francés.
Entendiendo el francés que había conseguido la victoria ordena alto el fuego de la artillería y emplea todo su ejército en un último contraataque, liderado por el propio Francisco I.
Lo que no se espera es el ataque sorpresa de los arcabuceros que salen del flanco izquierdo, aniquilando a la mayor parte de la caballería, apropiándose de la artillería, por lo que el resultado de la batalla está decidido.
En su huida, Francisco I cae del caballo a consecuencia de resultar herido el animal, y es retenido por un soldado vasco, Juan de Urbieta, que acompañado del granadino Diego Dávila y el gallego Alonso Pita da Veiga, se lo llevan preso sin tener conocimiento de tratarse del rey de Francia.