1 de Junio pero de 1982,
se volteó entera la
Plaza Número 1 de
Las Ventas de Madrid,
sucedió la «Corrida del Siglo»…
XL Aniversario
1982-2022
«La Tauromaquia
es la pasión que nos une…»
Hagamos de éste 2022
el año más Taurino
a pesar de las adversidades…
Felipe de Jesús Estrada Ramírez.
Cronista de la Ciudad…
(Bibliografía al final del texto)
Hicieron el paseíllo Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar, con un destacado encierro de Victorino Martín un lleno de “no hay billetes”… Hubo un mayor impacto ya que el festejo de San Isidro fue televisado; hasta tres veces repitieron la emisión.
Los toros: «Pobretón», «Playero», «Mosquetero», «Director», «Gastoso» y «Carcelero», con casta y poderío, dieron un juego muy atractivo y en el ruedo de Las Ventas hubo emoción y delirio. Ruiz Miguel se llevó oreja y oreja, en tanto que Luis Francisco Esplá desorejó a su segundo astado y José Luis Palomar cortó una oreja a su primero y otro al segundo, la terna y el ganadero de Victorino Martín, fueron paseados en volandas…
«La corrida que vimos no llegó a ser la mejor de las posibles; otras habrá con toros más bravos y faenas más completas. Fue, en cambio, un modelo de autenticidad, y gracias a ella la emoción se enseñoreó del espectáculo. El público, que abarrotó el coso, vibraba con un entusiasmo pleno, y se satisfacía del reencuentro con la fiesta de siempre, la que viene reclamando durante años con pasión y fe de iluminado.
«Salieron los victorinos irrepochables de trapío, impresionantes de cornamenta, y bajo su capa cárdena lucían esa personalidad que los distingue de sus congéneres. Tenían la estampa de la agresividad encerrada en una lámina armoniosa, esbelta, pletórica de poder. Y además derramaron la más pura casta, nobleza, y algunos también bravura excepcional.
«Cada una de sus embestidas suponía un ¡ay! de angustia, aunque las dieran con boyantía, pues el toro de casta transmite en todos sus movimientos esa sensación de peligro. A excepción del tercero, que acusó mansedumbre, todos los demás fueron buenos. Sobre todo el primero, un toro de bandera, codicioso, bravo en varas y nobilísimo en la muleta; mucho más bravo y merecedor de premio que el cuarto, al que dieron la vuelta al ruedo.
«Ruiz Miguel, en una de sus habituales tardes de pundonor y entrega, aureolada por el continuo homenaje popular a su torería y a cuanto significa, muleteó a ese primer toro, reposado, dominador e incluso con destellos de inspiración, que alcanzaron momentos de gran belleza cuando en el platillo ligó una impecable serie de redondos cerrados con el de pecho de pitón a rabo.
«Al cuarto, que tenía genio y se revolvía en un palmo de terreno, lo sometió por la izquierda con tanto poderío que puso los tendidos en pie mientras en la plaza atronaban los gritos de ´¡torero, torero!´.
«´¡Torero!´ fue clamor durante toda la tarde. La afición se volcó con los lidiadores, lo mismo los de oro que los de plata, pues hasta los subalternos, pasados los primeros sustos que producían las fuertes embestidas y la leyenda de la divisa, tuvieron también una actuación importante. Destacó Martín Recio, el cual dio todo un curso magistral de valor y técnica en la brega al tercero.
«Ese victorino fue manejable y Palomar lo recibió con unas verónicas embraguetado, cargando la suerte y ganando terreno; lo banderilleó con facilidad, y le hizo una faena de muleta valerosa, ajustada y de honda reciedumbre, que coronó con un soberbio volapié.
«En el sexto, aún más noble, el bravo diestro de Soria se gustó en un trasteo variadísimo en el que hubo ayudados por alto como prólogo y como culminación; naturales cargando la suerte, y de frente juntas las zapatillas; ayudados a dos manos, cambios, afarolados, molinetes y pases de pecho echándose todo el toro por delante.
«Por su parte, Esplá, que lidió y muleteó con habilidad y entrega al segundo, armó un alboroto en el tercio de banderillas del quinto tras el cual hubo de dar la vuelta al ruedo. Le había hecho un quite por faroles, al que replicó Palomar con otro por tijerillas y delantales. Ambos gozaban de las mieles que estos victorinos de leyenda llevaban dentro.
«Llegó el toro al último tercio con una embestida de terciopelo, y lo aprovechó para cuajar una de las mejores faenas que haya hecho en su vida. Los pases en redondo, principalmente, salían ligados con el primor del encaje y, finalmente, se adornó, arrojó los trastos a la arena y anudó la pañoleta a una de las tremendas y astifinas astas.
«Victorino Martín, que fue aclamado en distintos pasajes del festejo, ofreció en Las Ventas un corridón de toros. El público estaba como enloquecido y con frecuencia coreaba frases para proclamar los valores esenciales de la fiesta verdadera, la qué exige con pasión y fe de iluminado, pues ella es la que ha jalonado la rica historia de este espectáculo centenario.
«Al final, después de dos horas y media de gran espectáculo vivido con emoción creciente, los tres matadores y el ganadero, entre aclamaciones de una multitud enfervorizada, salían a hombros por la puerta grande. Y el público, pegando pases por la calle Alcalá arriba».
Joaquín Vidal, diario El País.
«Mi vinculación con la ganadería de Victorino venía de atrás; había toreado más corridas de esta casa, había triunfado con ellas y más o menos les tenía cogido el sitio, pero lo de aquel día tuvo una trascendencia bárbara, por la rotundidad de los triunfos y la apoteosis en que derivó el acontecimiento». «Recuerdo que la gente entró rápido en la faena a pesar de abrir plaza y que a al hora de matar, el toro dobló una mano y la espada cayó un poco baja. Por eso no corté la segunda oreja. La del cuarto fue más rotunda y compacta. El toro fue mejor y le ligué series de mucha emotividad, y aunque lo pinché conseguí la oreja que me abría la Puerta Grande. Fue una tarde histórica y en lo personal aportó solidez a mi carrera, consistencia a los éxitos que había tenido y moral para los que vinieron después». Francisco Ruiz Miguel.
«Aquel triunfo fue decisivo, es como un éxito que avala el buen momento en el que te encuentras. En ese momento estaba en un momento crítico de mi carrera, porque se cuestionaba mi estancia. Llevaba dos años en buen momento pero necesitaba ese revulsivo que me confirmara y aquella tarde fue decisiva».
Y no lo fue solo para el diestro levantino, sino también para la Fiesta, ya que la retransmisión (o repetición) del grandioso espectáculo por televisión, tal había sido la magnitud del extraordinario acontecimiento, la hizo llegar a nuevas fronteras de público, tal y como Luis Francisco asegura: «Creo que enganchó a mucha gente no taurina. El hecho de que se repitiera por televisión constituyó un precedente casi histórico y eso hizo que se engancharan generaciones de jóvenes porque fue algo excepcional». Luis Francisco Esplá.
«Mis faenas fueron distintas porque los toros también lo eran. Mi primer toro fue bravo y fiero, lo pude cuajar por el derecho. Al mi segundo, todo lo contrario, lo cuajé por el izquierdo, además con el peso que estaba tomando la tarde, tenía una papeleta. Al final fue todo bien, y bonito para la fiesta, escuchar los gritos de la gente gritando «torero, torero». Una de esas tardes que se dan de vez en cuando». José Luis Palomar