Tal día como Hoy
7 de febrero pero de 1928,
se dictó la Real Orden número 127,
sobre el uso obligatorio
del Peto de los caballos
en la corrida de toros.
XCV Aniversario
1928-2023
La suerte de varas es la auténtica
prueba de la bravura y poder
del toro bravo, tanto en el campo
como en la plaza…
«La Tauromaquia
es la pasión que nos une…»
Hagamos de éste 2023
el año más Taurino
a pesar de las adversidades…
Felipe de Jesús Estrada Ramírez.
Cronista de la Ciudad…
(Bibliografía al final del texto)
El tercio de varas además
de medir la bravura,
comprueba la casta
y el poder del toro.
Quitar la pujanza al toro,
horma la embestida y
permite sangrar al toro
para que se descongestione…
En la suerte de varas, las importantes
son las que vienen después de la primera,
porque es a partir de la segunda entrada
al caballo cuando el toro ya sabe
a dónde va y lo que se va a encontrar.
Los grandes cambios que han permitido
que la Fiesta se renueve y subsista…
Quedaron atrás las crónicas de festejos taurinos a finales del siglo XIX, en las que se catalogaba a una corrida de haber sido buena en la medida de cuantos caballos habían matado los toros, debían ser más de dos decenas y si solo salían heridos, entonces el festejo era catalogado de no bueno…
La suerte de varas es una parte fundamental en la lidia del toro aunque hoy en día es una suerte que no es comprendida por muchos y que debe ser revalorada su importancia en las corridas de toros…
La evolución de la Suerte de Varas se ha ido dando, cuidando la tradición, con la capacidad que ha tenido la Fiesta de adaptarse a las sensibilidades evolutivas de los tiempos, el tercio de varas se amoldó a corregir los efectos negativos de la lidia; no podía seguir el espectáculo cruel de la matanza de caballos que no podían competir con equidad con el toro porque la sensibilidad del espectador requería de algo más ético, menos cruento y adaptarlo para que siguiera esta suerte tan necesaria… Las tradiciones deben amoldarse a la sociedad en la que se desarrollan para que tengan justificación y nuestra fiesta brava por eso ha subsistido… La muy oportuna decisión de reglamentar la protección del caballo de picar con un peto, que se hizo obligatoria en 1928, no tuvo tantos efectos negativos en la lidia, como lo pronosticaban los aficionados integristas… Y esta evolución tuvo sus inicios cuando la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Jerez de la Frontera, hizo público un documento el 10 de septiembre de 1877 en defensa de los caballos de picar. El escrito aboga “por la injusticia, crueldad y la inutilidad del tratamiento a los que se someten a los caballos de picar”. Entre otros, razonamientos y argumentos basados con motivos de carácter religioso, político y heráldico del pueblo español. Como consecuencia de las cogidas mortales a los caballos, que eran frecuentes en los ruedos, se reunió una comisión en la Dirección General de Seguridad. Hubo un segundo movimiento, por parte de la Asociación Protectora de Animales, que no dejaba de denunciar la forma tan bárbara y deshumanizada con que mueren los caballos de picar en las plazas de toros. El eco de las denuncias se tomó en cuenta, pero ya había también un creciente rechazo popular a la sangrienta imagen y de “parapetar” a los caballos, cuya práctica ya se hacía en los tentaderos en el campo bravo…
Se estudió la forma de reducir el riesgo a que eran sometidos los caballos en las corridas de toros, lo que derivó en la imposición del peto, que transformaría la fiesta de los toros… El primer modelo de peto -llamado de libro, por llevar unos pliegues- fue ideado por el matador de toros Enrique Vargas “Minuto”, en 1917. Se probó en las plazas de toros de Alicante y de Madrid. El periódico Día de Alicante, publicó la noticia: “Se lidiarán el día 19 de marzo de 1917 cuatro novillos de Aleas, para “Cantillana” y Gaspar Ezquerdo. En dicha corrida y por primera vez se ensayará y usará coraza o guardagolpes […] para preservar a los caballos de las heridas.” No hubo caballos muertos por cornada, pero sí por golpes…
En Madrid, el 18 de septiembre 1917, a puerta cerrada, se hizo de nuevo el ensayo con un toro de Pérez Tabernero, tomó cuatro puyazos y por defectos del material o del diseño mató dos equinos antes de ser estoqueado por “Chiquito de Begoña”. Esta prueba no dio los resultados que se esperaban, siendo desechada la idea, aunque evitó la desagradable imagen del caballo muerto con exposición de tripas y entrañas… La solución definitiva la impulsó el general Miguel Primo de Rivera, que era el jefe del Gobierno, tras un golpe de estado. Por Real Orden de 12 de mayo de 1926, firmada por el ministro de Gobernación y decretada por el Presidente del Consejo de Ministros, se designa una Comisión, que englobe a todos los estamentos para “que estudie y proponga la forma de reducir el riesgo a que son sometidos los caballos en las corridas de toros”.
El motivo de esta Real Orden fue el siguiente: El día 9 de mayo de 1926, el empresario Domingo “Dominguín” organizó en Toledo una corrida a beneficio de la Cruz Roja. Por lluvia tuvo que ser aplazada para el día siguiente, lunes 10, con el mismo cartel: seis toros de Albaserrada, para “Chicuelo”, Marcial Lalanda y “Algabeño”. El jefe del Gobierno, general Primo de Rivera, presenció la corrida. Al regresar a Madrid Primo de Rivera, amante, como buen jerezano de los caballos -y declarado poco conocedor de la Fiesta- dio a la prensa una nota oficiosa en que proponía ciertas modificaciones en el reglamento taurino, entre ellas la sustitución de la suerte de varas por otra similar a la del rejoneo “algo que, logrando el mismo efecto, evite el sacrificio indefenso de los viejos caballos”. El 10 de junio de 1926, reunida la Comisión, formada por: el duque de Veragua, por la Sociedad de Ganaderos; el señor Fraile, por los empresarios; Esteban Salazar, por los matadores; Poli, por los picadores; Palacio Valdés, por la Asociación de la Prensa; y el señor Páez, por la Sociedad Protectora de Animales. Se tomó el acuerdo de abrir un concurso, que habría que finalizar el 31 de enero de 1927, para presentación de los petos de los caballos. Por primera vez se ensayaron en Murcia los petos protectores. Tuvo lugar la prueba en la novillada celebrada en aquella capital el 9 de enero de 1927. El cartel lo componían: novillos de Aleas, para Pepe Iglesias, Andrés Mérida, “Fortuna Chico” y López Aroca. Fue ensayado el n. 10, presentado por la Asociación de Picadores. El primer caballo que estrenó el peto fue muerto de una certera cornada. En Madrid se celebró la primera prueba de petos en la novillada de 6 de marzo de 1927. Cartel: 6 novillos de Moreno Santamaría, para “Gitanillo de Triana, Carlos Sussoni y Ramón Corpas. En la primera vara feneció el caballo que llevaba el peto n. 2. Seis caballos murieron esa tarde. La Comisión decide que, desde esta fecha y hasta el comienzo de la temporada de 1929, se continúe ensayando, con carácter obligatorio, modelos de petos en las corridas de toros y novillos que se celebren en las plazas de primera categoría. Los petos debían ajustarse a las características de los examinados y aprobados con los números 2, de Esteban Arteaga; 3, de viuda de Bertoli; 4, de Manuel Nieto Bravo y 5, de Esteban Arteaga. Casi dos años después, el 7 de febrero de 1928, de aquel primer impulso del absolutista Primo de Rivera, se dictó la Real Orden número 127, sobre la protección de los caballos en la corrida de toros, la cual, dispuso que: “A contar del día 8 de abril, y con carácter provisional y hasta el año 1929, será obligatorio el uso de los petos defensivos de los caballos en las plazas consideradas de primera categoría”; es decir, las de Madrid, Sevilla, Valencia, San Sebastián, Bilbao, Zaragoza y Barcelona. En un principio, el resto de las plazas el uso de los petos era potestativo, a juicio de la autoridad gubernativa; sin embargo a partir del día 13 de junio de este mismo año, se hizo extensivo y obligatorio a todas las plazas de España. El día 8 de abril de 1928, en la plaza de toros de Madrid, en la corrida de Pascua de Resurrección, se usaron ya, con carácter obligatorio y definitivo, los petos protectores de los caballos.
El peto fue, en sus primeros años, una defensa que respondía a su significación de armadura para el pecho. Después el peto ganó en extensión y cubrió la parte trasera del caballo, y durante décadas de los cuarenta y los cincuenta, fue modificando antirreglamentariamente. Cada aumento de tamaño de la defensa de la cabalgadura trajo consigo una mayor impunidad para la acción del picador. El crecimiento del peto ha significado progresivamente la reducción del arte del varilarguero. A partir de esta modificación, la fiesta de los toros no volvió a ser igual. La orden, dictada por el general Primo de Rivera, marcó un antes y un después en la historia del toreo…
El tercio de varas, es base fundamental de la tauromaquia, hoy en día hay que valorarla y que no sea un trámite tan denostado, como mal entendido…
Texto: La Nación. Viernes 19 de octubre de 1917 Biblioteca Nacional de España/Minguet, Enrique-Anuario taurino de 1917/Peto RAE-“Diccionario de la lengua española”-Edición del Tricentenario.