Manuel Recio Abad. SUITE INFORMACION.- Con la llegada del mes de abril, España se viste de gala para dar la bienvenida a una nueva temporada taurina. Este mes, cargado de tradición y pasión, es el momento en que los cosos vuelven a llenarse de aficionados que buscan vivir la emoción de la lidia.
Las semblanzas de toreros, ganaderos y el ambiente único del público envuelve a la fiesta nacional, todo ello impregnado del característico olor a toro bravo.
Los cosos taurinos son algo más que simples plazas; son templos donde se celebra el arte cultural del toreo. Desde la histórica Plaza de Las Ventas en Madrid hasta las emblemáticas y señoriales plazas de Sevilla, Bilbao, Valencia, Granada…, cada coso tiene su irrepetible y propia historia, su propia atmósfera, su ambiente particular. Al entrar en ellos, uno puede sentir la emoción palpable en el aire: el murmullo del público expectante, el flamear de los pañuelos al viento, un buen pasodoble y el aroma inconfundible del albero recién regado.
Durante este mes de abril, las plazas de toros se llenan no solo de aficionados locales, sino también de visitantes extranjeros que llegan deseosos de experimentar y conocer de primera mano que es en verdad la tauromaquia. Las corridas se suceden con un ritmo frenético, y así cada tarde hasta finalizar la temporada ya comenzada, será una nueva oportunidad para vivir momentos inolvidables.
Entre los protagonistas indiscutibles de esta fiesta están los toreros. Figuras como el guijarrero Morante de la Puebla y Andrés Roca Rey, junto a Daniel Luque, Juan Ortega, José María Manzanares, Pablo Aguado, Manuel Escribano y Alejandro Talavante están marcando un hito en la historia del toreo. Otros marinean por el escalafón intentando colocarse entre los grandes : Borja Jiménez, Gines Marín, Fernando Robledo, Juan Pedro García “Calerito”, Fernando Adrián, Lama de Góngora, Jorge Molina… Cada cual con su estilo único, estos matadores no solo se enfrentan al toro; cuentan una historia con cada pase.
Escasamente prodigado, José Tomás es conocido por su profundidad artística, su quietud y su conexión espiritual frente al toro, así como por sus contadas actuaciones. Cada vez que aparece en el ruedo, se respira un aire de expectación casi reverencial. Por otro lado, Morante es un maestro del arte clásico, llevando a cabo movimientos que parecen casi danzarines. Y Roca Rey, con su valentía e ímpetu juvenil, que llenando plazas ha capturado los corazones de muchos aficionados contemporáneos.
Estos toreros no solo representan una técnica impecable; son embajadores de una cultura rica en simbolismo y emoción. Cada corrida es una obra maestra efímera e irrepetible que deja huella en quienes tienen el privilegio de presenciarla.
Detrás del éxito de cada torero hay un pilar fundamental: los ganaderos. Estos guardianes del toro bravo son responsables de preservar y criar las reses que serán protagonistas en las plazas. Ganaderías como Miura, Victorino Martín, Juan Pedro Domecq, La Palmosilla, Fuente Ymbro, Santiago Domecq, Núñez del Cuvillo o La Quinta, son solo algunas de las más reconocidas en España.
Cada ganadero tiene su propia filosofía sobre cómo criar al toro bravo. Algunos priorizan la bravura y el carácter indomable del animal; otros buscan resaltar la belleza estética , la variedad de capas y la fuerza física unidas a la nobleza. Esta diversidad contribuye a enriquecer el espectáculo taurino, ofreciendo diferentes encastes que provocan distintos tipos de lidia que desafían tanto a toreros como a aficionados. El trabajo del ganadero no es sencillo; implica dedicación constante y un profundo respeto por el animal. En cada corrida se puede sentir el legado que estos criadores han transmitido a lo largo de generaciones.
No se puede hablar de la temporada taurina sin mencionar a su elemento más evocador: el olor a toro bravo. Un aroma singular que evoca y protagoniza imágenes intensas y emociones fuertes. Es un recordatorio tangible del vínculo entre el hombre y la bestia; una conexión visceral que ha perdurado a lo largo del tiempo. Este olor se mezcla con otros aromas característicos: el sudor del torero tras una faena intensa, el traje ensangrentado, el perfume del azahar traído por la primavera o incluso el sabor a un buen vino degustado en las terrazas cercanas a las plazas. Juntos todos, forman un ambiente único que solo puede encontrarse durante esta época del año.
Abril es un mes vibrante para la fiesta taurina en España. La combinación de toreros valientes, ganaderos apasionados y cosos llenos de historia crea una experiencia inigualable para todos los amantes del toreo.
Cada corrida es un homenaje a esta tradición rica y compleja que sigue viva en los corazones españoles. Con cada pase y cada embestida, se renueva el compromiso con una cultura única que celebra tanto el arte como el valor.
Así que este abril, cuando sientas ese aroma característico o escuches los olés resonar en las gradas, recuerda que estás siendo parte de algo mucho más grande: una tradición viviente que sigue emocionando a generaciones enteras.