Manuel Recio Abad. suiteinformación.- Durante la Segunda República española y los inicios de la Guerra Civil, debida a un golpe de estado fallido, se inició el llamado Alzamiento Nacional, que comenzó el 18 de julio de 1936, tras el desembarco en la península del ejército español con sede en Marruecos, al mando del Teniente General Francisco Franco Bahamonde.
Iniciada la guerra y en la retaguardia del ejército republicano, concretamente en las ciudades de Madrid, Barcelona y Valencia, se constituyeron unos centros de investigación para la detención y puesta a disposición de la justicia, de cualquier residente sospechoso de ser enemigo de la República.
Estas brigadas denominadas de Investigación Criminal, en número de quinientas sólo en Madrid, tenían sus centros de actuación en casas palacios requisadas a sus legítimos propietarios, previamente acusados de colaboración con el ejército sublevado.
Se conocían con el nombre de “checas”, al más puro estilo de la Revolución Bolchevique. La más temible de todas fue la comandada por un conocido militante del PSOE, colaborador cercano de Indalecio Prieto, que además presidía la Asociación del Arte de Imprimir, con despacho en la sede central de la Unión General de Trabajadores. Su nombre: Agapito García Atadell.
Este prócer de ideología socialista era miembro de la Federación Socialista Madrileña y estuvo muy implicado en la Revolución de 1934, por lo que fue encarcelado, una vez fue sofocada, junto a Largo Caballero y otros, acusados de rebelión militar contra la República. En 1935 fue indultado parcialmente y puesto en libertad.
La checa que organizó y dirigió García Atadell fue temible y era conocida como LA BRIGADA DEL AMANECER, pues era a primeras horas del día cuando sus 48 miembros realizaban sus visitas a los domicilios de quienes consideraban peligrosos para el régimen, en búsqueda de pruebas incriminatorias para justificar, una
vez acusados de fascistas, su detención y la incautación de todos sus bienes, dinero, joyas y cualquier objeto de valor, gran cantidad de los cuales quedaban en poder de los componentes de la checa. Ver pasar el coche de Garcia Atadell dirigiéndose a uno de sus destinos provocaba terror. El posible fascista podía ser bien un sacerdote, un noble, un militar o un empleado de un periódico. Daba igual, bastaba con poseer un cuadro del monarca, una carta de un amigo considerado como enemigo, libros o documentos de uso profesional, una amistad…para ser detenido. No se atendía a razones de edad, sexo o religión. Fueron detenidos miembros de la CEDA e incluso del Partido Republicano Radical. Una vez detenidos eran trasladados a la checa, situada en la calle Martínez de la Rosa , en el palacio que previamente había sido incautado a los Condes del Rincón. Allí eran maltratados y asesinados, excepción hecha con aquellos desgraciados de especial relevancia, que eran trasladados a la Cárcel Modelo o a la existente en Las Ventas. “El amanecer de cada uno de esos días estivales llegaba manchado de sangre de centenares de víctimas inocentes que aparecían fusiladas junto a las tapias de la Casa de Campo, detrás de los muros del Cuartel de la Montaña, en los altos del Hipódromo, al final de la calle de Cea Bermúdez, en la Ciudad Universitaria”.
Se le asignan a esta brigada de “Investigación criminal” un total de 800 detenciones. A finales de 1936 el gobierno, alarmado por las noticias publicadas en el extranjero sobre las atrocidades cometidas con el asesinato de cientos de personas, intenta controlar la salvaje actuación de estas bandas oficialmente incontroladas. Se ordenan, pasando a denominarse Milicias de Vigilancia de la Retaguardia. No obstante se seguían registrando edificios completos situados en las mejores calles de Madrid, piso a piso y actuando de la misma forma, sometiendo a los detenidos al veredicto de los Tribunales Populares y Jurados de Urgencia, de Guardia, Espionaje y Alta Traición.
La Brigada Atadell, que contaba con su propio pelotón de fusilamiento, era muy reconocida en su labor por la prensa, incluyendo el diario ABC, que en Sevilla tenía una edición favorable al ejército nacional y otra en Madrid rendida a la República y a sus desmanes de retaguardia.
Se detuvieron a ilustres damas por el único delito de ser familiares de o bien pertenecer a la nobleza, con el fin de ser canjeadas por presos republicanos en manos del enemigo.
Pilar Millán Astray, Rosario Queipo de Llano,Pilar Jaraiz Franco,Carmen Primo de Rivera, la Vda. de Ruiz de Alda,Rosa Aranda o Margot Larios, fueron algunas de las detenidas, si bien, al parecer, tuvieron un correcto tratamiento durante el tiempo que residieron en la checa lejos de sus hogares.
El 6 de noviembre de 1936 el gobierno, temiendo la próxima caída de Madrid, se traslada a Valencia, recrudeciéndose los desmanes de la checa, mientras Garcia Atadell empieza a diseñar su plan de fuga a través del Levante español. Se trasladan todos los miembros de la brigada a Santa Pola,Alicante, ocupando junto a sus respectivas familias,casas que previamente habían sido requisadas. El héroe del pueblo es convertido en villano por la prensa republicana acusándole de traidor. Junto a su lugarteniente y amigo Pedro Penabad habían huido de Madrid con varias maletas cargadas de dinero y joyas de las «incautaciones» que había hecho la Brigada del Amanecer,consiguiendo escapar a Francia. En Marsella se hacen con visados falsos y parten sin sus mujeres rumbo a La Habana, embarcados en el Mexique, buque que navegaba bajo pabellón de la República Argentina, con escala en la isla de La Palma, donde fueron detenidos. El cineasta Luis Buñuel fue quien puso en conocimiento del gobierno republicano cuáles eran sus intenciones. No se sabe como esa información pasó al bando nacional. En su primera declaración Agapito Garcia Atadell refiere con detalle todos sus actos al frente del macabro escuadrón y como fusilaban, mediante sacas de madrugada, a los detenidos en el hipódromo o en la Ciudad Universitaria o en la Casa de Campo, ocultando sus cuerpos sin vida para que les diesen por desaparecidos y también eran quemados o abandonados, para que, una vez recogidos por las ambulancias fuesen identificados.
Confesadas sus atrocidades son trasladados primero a Tenerife y más tarde a Sevilla para ser juzgados. El juicio resultó bastante mediático por su importancia, iniciándose en abril de 1937. Durante la vista Garcia Atadell se desdice de todo cuanto confesó tras su arresto en La Palma. Es condenado a muerte y ejecutado a garrote vil en el mes de julio, junto a Perabad, en la cárcel de Sevilla, tras declararse católico y contrario, por haberlas abandonado, a las tesis socialcomunistas, que inspiraron su negativa acción pública, según se recoge en carta autógrafa de despedida dirigida a su líder Indalecio Prieto, conservada en el Archivo Histórico Nacional y de cuya autenticidad dudan algunos historiadores.
Un triste episodio de la historia de España y que se quiera o no, engrosa la memoria democrática del bando perdedor de la contienda.