MANUELA MALASAÑA
Otra heroína de la guerra de la Independencia.
Quizás a la mayoría de ustedes les suene el nombre de Malasaña, este nombre, es el nombre que se le da a uno de los barrios más populares de Madrid. Pero lo que seguramente no sepan, es que Malasaña es una derivación o españolización de un apellido francés, “Malesagne”. Apellido por parte de padre, de una heroína de la guerra de la Independencia, me estoy refiriendo a Manuela Malasaña.
Manuela Malasaña era costurera. Nació el 10 de marzo de 1791 en Madrid, hija de María Oroño y el francés Jean Malesagne, de quien tomó el apellido españolizado, (como he dicho anteriormente). Manuela y su familia, tenían su residencia en el número 19 de la calle de San Andrés, en el entonces barrio de las Maravillas.
Esta joven, era una chica alegre y simpática y muy apreciada en el barrio, según narran las crónicas.
El barrio al que da nombre esta joven heroína, es el barrio de Malasaña, uno de los más populares de Madrid, apreciado no solo por las nuevas generaciones, sino por todos aquellos que valoran el lado más castizo de la capital. A fin de cuentas, es uno de esos distritos que, da la sensación, siempre ha estado ahí. Estuvo, de eso no hay duda, a comienzos del siglo XIX, cuando Madrid se levantó contra los franceses que ocuparon la ciudad, en los albores de lo que terminaría siendo la guerra de la Independencia Española. Por entonces, el barrio de Malasaña tenía otro nombre. Todavía no había fallecido la joven de 19 años en honor a quien se cambió.
Recordando la historia, concretamente el año 1807. En esa fecha se firmó el tratado de Fontainebleau. Este tratado, determinaba la unión franco-española para invadir Portugal, país que se repartirían cuando finalizase la ocupación. Para que esto fuera posible, España debía permitir que las tropas francesas cruzasen la península. España, de hecho, lo permitió. Y ya sabemos cómo terminó todo. La ciudad francesa de Fontainebleau fue el escenario elegido para firmar tan “honroso” tratado, donde España jugo el papel de “tolai”, como diría un buen castizo.
Pues como iba diciendo, este acuerdo se firmó el 27 de octubre del año citado, y fue el tratado que cambiaría la suerte de España. A la firma de este acuerdo acudieron por la parte española Manuel Godoy, valido del rey Carlos IV, y Eugenio Izquierdo, Consejero de Estado y Guerra español, y por la francesa, Gérard Duroc, representante de Napoleón.
Pues ni corto ni perezoso, nuestro gran aliado y “amigo”, (cornudo, de mano en pecho) envío a sus tropas a invadir España, que es para lo que realmente se había firmado el tratado.
Una vez estaban las tropas francesas asentadas en buena parte de la geografía española y con los órganos de poder más debilitados que nunca tras el motín de Aranjuez del 17 de marzo de 1808, Napoleón comprendió que había llegado el momento de hacerse con España, de una vez por todas. En ese momento, la familia real se encontraba en Bayona, a punto de ceder el poder al emperador gabacho, el país estaba más frágil que nunca. Así llegaron las tropas de Napoleón hasta la capital. Esto ocurrió el 1 de mayo de 1808.
Madrid fue ocupada por las tropas francesas, comandadas por el general Murat, a finales de marzo de 1808. Desde entonces, el francés ignoró la Junta de Gobierno que Fernando VII, heredero de Carlos IV, había dejado establecida para que controlase los asuntos de la capital. Murat actuaba siguiendo los dictados de Napoleón, y los suyos propios. Madrid, en definitiva, estaba en manos de los franceses.
En la madrugada (que nos recuerda Goya en sus pinturas), del 1 al 2 de mayo de 1808, Murat decidió, supuestamente en nombre de Carlos IV, que los dos únicos hijos de este que aún quedaban en Madrid se trasladasen también a Bayona. Esta información llegó a oídos del pueblo, que comenzó a congregarse frente al Palacio Real. A primera hora de la mañana del 2 de mayo, una multitud increpaba a los franceses. José Blas Molina, uno de los agitadores más importantes de aquel día, propagó un grito que desencadenaría la acción: “¡que nos lo llevan!”. El Levantamiento del 2 de mayo había comenzado.
El pueblo atacó a las patrullas francesas. Las tropas galas, que se fueron reforzando a medida que avanzaba el día, respondieron con fuerza y violencia. Los madrileños se organizaron, recogieron todo tipo de armas y decidieron que era importante que no entrase ni un solo francés más en la capital. Fue en vano. 30.000 soldados, bajo las órdenes de Murat, llegaron como apoyo a sus compatriotas.
Pero el pueblo de Madrid no se amedrentó y siguió luchando, cargando contra el ejército francés con todo lo que encontraba: piedras, macetas, agujas de coser, palos, azadas…. Los franceses extremaron su crueldad y la batalla cayó de su lado, con su posterior represión. Ese día murieron más de 400 personas. El cadáver de nuestra protagonista, Manuela Malasaña recibiría el número 74 en el recuento.
La pobre Manuela, falleció durante el “Levantamiento del 2 de mayo”, donde el pueblo madrileño se levantó en armas contra el infame invasor. Acerca de las posibles causas que provocaron la muerte a Manuela, existen tres versiones. En una de ellas se nos dice que murió tras ser capturada por el ejército francés mientras facilitaba pólvora y municiones a su padre, (que también era francés). Pero se tiene constancia de la existencia de un documento, donde se dice, que su padre fallecería un tiempo antes. Y la última versión, quizás la más verídica, es en la que se nos cuenta que Manuela murió luchando contra los invasores, tijeras en mano
Por desgracia, fueron muchas las mujeres que se unieron a esta lucha del pueblo madrileño, Manuela entre ellas. Sobre esto, cómo acabó en medio del conflicto, se han extendido también dos versiones. La primera es la que dice que, Manuela regresaba a casa cuando se le abalanzó una patrulla francesa, tratando de abusar de ella, y entonces ella atacó. La segunda, que fue detenida y ejecutada por encontrar un arma en su poder, el “arma de asalto”, eran sus tijeras de costurera, con las que se ganaba el pan todos los días.
En cualquiera de los casos, esta figura patriótica, ha pasado a la historia como símbolo de la lucha del pueblo madrileño, que a pesar de tener todas las de perder no se acobardó en su batalla contra el ejército francés. Manuela Malasaña murió en esta lucha en la que seguramente participó de forma activa.
Desde entonces, el barrio de las Maravillas donde vivía Manuela Malasaña, ha pasado a llevar su apellido Malasaña, en honor a una de las jóvenes más ilustres de la historia de la capital. Hoy una de sus calles principales, cercana al lugar donde vivió, lleva su nombre.