Un 19 de abril pero de 1932,
nace Fernando Botero
Pintor y Artista Universal
90 Aniversario del Natalicio
1932-2022
“Los toros existirán siempre,
porque forman parte
de la cultura española
y universal…” Fernando Botero
«La Tauromaquia
es la pasión que nos une…»
Hagamos de éste 2022
el año más Taurino
a pesar de las adversidades…
Felipe de Jesús Estrada Ramírez.
Cronista de la Ciudad…
(Bibliografía al final del texto)
Su tío lo inscribió a una
escuela de tauromaquia,
aunque solo duró un par de semanas
porque no quiso ser torero:
“Ahí empezó mi afición
por el dibujo y la pintura -reconoce-,
porque empecé muchos cuadros de toros,
a lo mejor soy pintor por eso…”
Fernando Botero, el artista latinoamericano más cotizado en todo el mundo, creador del “Boterismo” por el singular volumen que da a sus obras. Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, Colombia. Fue el segundo de tres hijos de David Botero y de Flora Angulo. Su padre, fue un vendedor, murió de un ataque al corazón cuando Fernando tenía solo cuatro años. Su madre trabajó como costurera. Desde niño fue influenciado por el estilo barroco de las iglesias coloniales. Cursó la educación primaria en el Ateneo Antioqueño y, gracias a una beca, continuó los secundarios en la Escuela Bolívar. En 1944, su tío lo envió a una escuela de tauromaquia donde permaneció durante dos años.
En 1948, a los dieciséis años, vio sus primeras ilustraciones publicadas en el suplemento dominical del El Colombiano, uno de los periódicos más importantes de Medellín. Utilizó el dinero para asistir a la escuela secundaria en el Liceo de Marinilla de Antioquia, del que fue expulsado tras la aparición de un artículo suyo en el diario, con el título «Picasso y el no conformismo en el arte». Las autoridades del centro ya le habían amonestado por la publicación de sus dibujos de desnudos en el mismo periódico. Fernando Botero debió culminar sus estudios en el Liceo de la Universidad de Antioquia. En el año 1948 se inició como ilustrador en el periódico El Colombiano, al tiempo que participa en su primera muestra conjunta Exposición de Pintores Antioqueños.
Se trasladó a Bogotá donde celebró su primera exposición individual Mujer llorando, 1949. En 1952 viajó a España y cursó estudios en la Academia de San Fernando de Madrid, además asistió al Museo del Prado como copista de Diego Velázquez y Francisco de Goya.
Entre 1953 y 1955 recorrió Francia, Italia y estudió pintura al fresco en Florencia; al volver en 1955, pasó un año en Bogotá (donde su obra no tuvo buena acogida), otro año en México conoce a Rufino Tamayo y José Luis Cuevas y en 1957 visitó Estados Unidos, donde celebró su primera exposición individual en la Pan-American Union de Washington.
Con veintiséis años le otorgaron el puesto de profesor de pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Bogotá; en 1960 se trasladó a Nueva York y en 1973 fijó su residencia definitivamente en París.
En principio sus obras revelan cierta influencia del muralismo mexicano y la pintura del renacimiento italiano (Partida, 1954), pero poco a poco van desapareciendo en favor de un personalísimo estilo en el que las figuras engordan y se deforman hasta cubrir en buena parte el lienzo (Prelado, 1959); la belleza misma del volumen, más que la obesidad humana, animal o de cualquier otro objeto de contemplación.
Se dice que el hallazgo sucedió en 1956 cuando Botero dibujaba una mandolina en un parque de la capital, donde residía en aquel tiempo, y por el azar de la creación comenzó a exagerar las formas del instrumento musical.
Los cuadros de esos años denotan la influencia del surrealismo. La historia del arte (Autorretrato con Luis XIV visto por Rigaud, 1973), la vida burguesa (Escena familiar, 1969), la cultura colombiana (Baile en Colombia, 1980) y los personajes históricos (Luis XIV y María Antonieta en visita a Medellín, Colombia, 1990) constituyen a lo largo de su carrera las principales fuentes de inspiración, de una dilatada y variada producción en la que abundan paisajes, retratos y escenas costumbristas.
Desde 1960 llevó a cabo entre su variada temática una serie de obras en las que parece rendir tributo a los grandes maestros de la pintura universal como Mona Lisa a los doce años (1959), Rubens con su esposa (1965) o Autorretrato según Velázquez (1986).
Su afición por los toros le llevó en la década de 1980 a dedicarse casi en exclusiva a este tema (La pica, 1984; El quite, 1988).
Su escultura posee también esta voluptuosidad e ingenuidad, cuya producción comienza en París en 1973; se trata en su mayor parte de figuras y animales de tamaños grandiosos y desproporcionados de gran singularidad (Venus, 1977; Perro, 1981; Soldado romano, 1986; Mujer a caballo, 1991), en los que utiliza bronce, mármol y resina fundida.
En 1992 Montecarlo y los Campos Elíseos de París acogieron una Exposición de Escultura Monumental, y el Gran Palais (París) otra sobre toros, La Corrida. En noviembre de 2011 expuso la serie El Viacrucis en la Galería MarlBorough en Manhattan (NuevaYork). De noviembre de 2015 y hasta abril de 2016, se pudo visitar una de las más destacadas exposiciones antológicas realizadas sobre su obra, en la República Popular China.
Fernando Botero en 1955 contrajo matrimonio con Gloria Zea (Ministra de Cultura de Colombia) con la que tuvo tres hijos: Fernando (que fue Ministro de Defensa durante el gobierno de Ernesto Samper), Lina (1958) y Juan Carlos Botero Zea (1960). Después de divorciarse, en 1964 se casó con Cecilia Zambrano, con quien tuvo un hijo, Pedro (1970), que moriría trágicamente en 1974 en un accidente de tránsito en España. Se separaron en 1975. En 1978, se volvió a casar con la griega Sophia Vari.
La vida, y la pintura de Fernando Botero, han estado marcadas por varios viajes decisivos, el primero de ellos quizá es el que lo llevó de Medellín a Bogotá en 1951, luego de graduarse de bachiller. Expondría en la galería de Leo Matíz, singular fotógrafo nacido en Aracataca, como García Márquez, y quien en México había retratado a María Félix, Diego Rivera, Frida Khalo y había servido incluso de modelo para murales de David Alfaro Sequeiros.
Así pues constancia existe de que los primeros dibujos que Botero garabateó, en el colegio de los jesuitas de Medellín, fueron siluetas de toros. Aunque no dejaría de ser una cierta premonición que la primera obra más o menos personal que se conserva de él, sea la acuarela de un torero.
En 1982 o 1983, ya célebre y con una vasta obra reconocida en medio mundo, volvió una tarde a ver una corrida en la plaza de la Macarena, en su ciudad natal, al respecto comentó que de inmediato sintió que allí tenía un mundo familiar y estimulante sobre el cual trabajar y declaró: «De allí empecé un cuadro después de otro hasta el punto que me entusiasmé con el tema y en tres años no hice más que pintar toros».
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