Visto desde fuera, España es el paraíso del motociclismo de velocidad: por los resultados deportivos, pero también por el nivel de las competiciones existentes y el elevado número circuitos disponibles, la mayoría de ellos de un considerable nivel. Actualmente es uno de los países con mayor número de pistas permanentes plenamente operativas del mundo, algo que no se consigue de la noche a la mañana. Han sido necesarias dos décadas verdaderamente prodigiosas, básicamente de 1990 a 2010, para que el número de instalaciones se multiplicaran.
Hace veinte años el número de circuitos permanentes que existía en nuestro país se podía contar con los dedos de una mano, pero en la actualidad hay 25 trazados permanentes, de diferente tamaño, 18 de ellos con más de tres kilómetros de longitud, es decir, pistas que pueden acoger ya competiciones de carácter nacional y muchas internacionales.
Orígenes
Esa explosión demográfica de los circuitos llegó como de la nada. El primer circuito permanente construido en España fue el Autódromo de Terramar, inaugurado en 1923 en la localidad barcelonesa de Sant Pere de Ribes. Se trataba de una pista oval y resultaba especialmente emblemática por la elevada inclinación de sus peraltes, que en algunos puntos alcanzaban los 60 grados de inclinación. En sus primeros años de existencia, Terramar fue muy utilizado, pero la escasa ausencia de espectadores, que implicaba pobres ingresos y peores premios, hizo inviable económicamente la realización de carreras, cayendo muy pronto en su desuso. Reflotado en los años previos a la Guerra Civil, siguió sin ser una pista atractiva, y tras la guerra ya no volvió a emplearse en competición.