Álvaro Filgueira. SUITE INFORMACION.- Este lunes 21 de abril, a las 7:35 de la mañana, en su habitación de la Casa Santa Marta, se apagó la voz cálida y firme del Papa Francisco. Murió a los 88 años tras complicaciones respiratorias que venía arrastrando desde hacía semanas. Lo último que hizo en público fue dar su bendición Urbi et Orbi el Domingo de Resurrección, sentado en su silla de ruedas, con la voz quebrada pero el alma entera: “Hermanos y hermanas, buena Pascua”.
Era el primer Papa latinoamericano y el primero jesuita. Pero sobre todo, fue el primer Papa que muchos sintieron como uno más. Como un pibe.
* El muchacho de Flores que llegó a Roma
Nació como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1936. Era hijo de inmigrantes italianos, estudió para ser técnico químico y descubrió su vocación en los pasillos humildes de la vida. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1958, fue ordenado sacerdote en 1969, y desde entonces no paró: maestro de novicios, rector, obispo auxiliar, arzobispo de Buenos Aires, cardenal y, finalmente, Papa.
Cuando lo eligieron en 2013, dijo desde el balcón: “Los cardenales han ido a buscar al Papa al fin del mundo.” Y tenía razón. Pero ese fin del mundo trajo consigo un corazón lleno de Evangelio, de mate compartido y de calle caminada.
* Un pontificado con olor a oveja
Francisco quiso una Iglesia más parecida a Jesús. Por eso reformó la Curia, limpió los sótanos del Vaticano, descentralizó el poder, y pidió que los pastores tuvieran “olor a oveja”. Nunca dejó de hablar de misericordia. En 2016 proclamó un Jubileo Extraordinario, donde lo más importante no eran los templos, sino los abrazos.
Defendió a los migrantes, acogió a los divorciados, miró sin juicio a quienes vivían fuera de los moldes. Su famoso “¿Quién soy yo para juzgar?” no fue una frase suelta, fue una declaración de intenciones.
* No cambió la doctrina, cambió el tono
Francisco no rompió con la tradición, pero sí cambió la manera de mirarla. En vez de poner normas por delante, puso personas. Y eso, para muchos, fue revolucionario.
Su lucha contra los abusos sexuales en la Iglesia fue firme, aunque no exenta de críticas. Expulsó a culpables, reformó procedimientos, y habló claro: “La tolerancia cero no es negociable.” Algunos dicen que fue tarde, otros dicen que fue valiente. Pero nadie puede negar que lo enfrentó.
* Las mujeres, las grandes aliadas de su pontificado
Fue el primer Papa que dio a las mujeres voz y voto en el Sínodo. Nombró a religiosas en cargos de alta responsabilidad, como a la hermana Nathalie Becquart y a Simona Brambilla. También modificó el Derecho Canónico para permitir su acceso oficial a los ministerios laicales.
Decía que la Iglesia sin mujeres es una Iglesia a medias. No buscaba concesiones: buscaba justicia.
* Profeta de la fraternidad y guardián del planeta
Francisco no se quedó en Roma. Firmó en Abu Dabi, junto a líderes musulmanes, el Documento sobre la fraternidad humana. Promovió el diálogo con judíos, protestantes, ateos y todo el que quisiera construir paz.
Y en 2015 lanzó Laudato si’, una encíclica sobre ecología que cambió la forma en que el mundo habla del medioambiente. Para él, cuidar la creación era también amar al prójimo.
* El último acto, y el inicio del legado
Tras su fallecimiento, se ha activado el protocolo de sede vacante. El cardenal camarlengo, Kevin Farrell, ejercerá funciones administrativas hasta que se convoque el cónclave en los próximos días. Solo los cardenales menores de 80 años podrán elegir al próximo Papa.
Sus funerales deberán celebrarse en el plazo de una semana, siguiendo el rito que el propio Francisco reformó en 2024. Será una despedida solemne, pero sobre todo sencilla, como él quería.
* Más que un Papa, un pibe que nos hablaba al alma
Francisco no fue perfecto, pero fue profundamente humano. Cercano. Empático. Capaz de hablarle tanto a un campesino como a un jefe de Estado. Hablaba de Dios sin rodeos. Y caminaba con la gente.
No fue un Papa de mármol. Fue un Papa de calle. De mate y Evangelio. De misericordia y periferia. Por eso, su muerte duele. Pero su vida, su ejemplo, su voz, siguen vivos en millones que aprendieron con él que la fe no es un lujo, sino una forma de amar.
“Francisco se fue. Pero el pibe sigue caminando con nosotros”.