Manuel Recio Abad. suiteinformación.- Hay una tendencia natural en todos los seres vivos de identidad grupal a aceptar y reconocer el liderazgo. La totalidad de grupos o manadas precisan de un líder, un director o jefe, encargado por su capacidad de procurar lo mejor para aquellos que de él dependen.
Dicen que a ser líder se aprende. Yo creo que, en parte, se nace. Son muchas las cualidades naturales que hay que poseer para llegar a ser un auténtico líder. Hay cosas que se aprenden y otras que están en la genética del individuo.
El tratadista Ciryl Levicki, fundamenta su Teoría del Gen del Liderazgo indicando que las personas nacen con cierta predisposición para ser líderes; por ello estableció dos categorías de líderes: los líderes nominales y los líderes. En su teoría del gen del liderazgo, Levicki diferencia a los líderes de los gerentes; entiende a los líderes como las personas encargadas de “equilibrar los intereses de otras muchas personas, además de ser visionarios y jueces. Deben saber dar ejemplo y marcar la diferencia con el fin de cambiar el ambiente y la atmósfera para que la organización evolucione hacia el objetivo que se quiere conseguir”.
Distingue siete tipos de liderazgos distintos: el líder carismático, el autocrático, el de inteligencia superior, el líder pastor, el de la realeza, el general en jefe o general del ejército y el líder natural.
El mundo anda a la búsqueda de un auténtico líder. El Papa Francisco, por decisión propia, dejó de ser hace tiempo el líder espiritual de los católicos. Cree en el muro divisorio, como buen montonero y en la existencia de dos grupos que, eso sí, deben estar obligados a amarse y respetarse por encima de todo, lo cual es imposible. El comunismo anda huérfano de liderazgo. Putin no sabe lo que es, si cristiano o agnóstico, si liberal o comunista…Solo ve en sus helados mástiles ondear una bandera tricolor, diferente a la roja que lucían cuando militaba en el KGB.
Europa y su Unión, con sus grupos parlamentarios, herederos de todas las ideologías que hicieron viejo al continente a base de intentar contentar a todos y repartir lo que no se tiene, pone al frente a un presidente de comisión que en realidad no manda nada en ninguno de sus estados miembros. No quiero caer en comparaciones fáciles. Quizá el lector se sienta liderado por el norteño Kim Jong-un, aunque no lo creo.
La presidencia de los EEUU de America del Norte lleva asociado un inexcusable liderazgo. El Presidente asume un papel prominente en la sociedad de naciones. Un nuevo presidente va a liderar un resurgente movimiento de la derecha global. El liberalismo va a ser rescatado definitivamente de las ambiguas garras socialdemócratas, ideología que nunca ha acabado por extirpar del todo sus pesadas cargas de la equivocada teoría marxista.
“Cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría. Esa máxima que se usa en economía para ilustrar que lo que pasa acá trae consecuencias al resto del mundo, bien podría emplearse para lo político por el efecto que está teniendo el regreso al poder de Donald Trump”. Liderará un movimiento que ya ha sido bautizado como “Guerra Cultural” y que es posible que se expanda por todo el orbe y que sin dudar va a afectar incluso a países de imposición socialcomunista y cualquiera otra confesión ya sea religiosa, cultural ….
Estamos ante un líder natural y carismático, pastor y general en jefe, conservador pero que no ve con simpatía la supremacía del poder del Estado, un demostrado defensor de la libre iniciativa y la empresa privada, un antibelicista convencido, como así se pudo comprobar en su anterior mandato. Va a impulsar sin lugar a dudas, negociaciones para acabar con la guerra entre Rusia y Ucrania.
Esa es la capacidad de liderazgo, como lo demuestra el hecho de que, aún sin haber jurado el cargo, haya propiciado un acuerdo de alto el fuego en la franja de Gaza con la liberación de rehenes. Sería tan deseable como necesario entrar en un periodo de paz mundial, impidiendo a su vez que dictadores como Nicolas Maduro y otros que están en la mente de todos, se consoliden en el poder, abusando de los principios democráticos que no respetan.
Temido, votado, odiado y venerado, Donald Trump vuelve a ocupar el sillón del liderazgo mundial. Solo cabe desearle el mayor de los éxitos por el bien de todos.