Manuel Recio Abad. suiteinformación.- Creo que comparto la sensación con muchos de mis lectores de que existen dos mundos diferentes. Uno es el mundo de los países en paz, con su día a día, donde ciudadanos libres o no, iguales o diferentes pueden acudir a su trabajo y desarrollar sus actividades laborales con sosiego y concentración a la espera de recibir a fin de mes el salario correspondiente a las horas dedicadas en ello. Sus hijos despiertan por la mañana, desayunan y se disponen a asistir al centro de estudios o universidad donde se estén formando. Si el auto se estropea, hay un taller al que llevarlo para su reparación. Cientos de comercios esperan abiertos nuestra llegada para realizar las compras de alimentos, vestidos, medicamentos… Los aviones despegan y aterrizan en los aeropuertos con puntualidad y seguridad al igual que los trenes lo hacen desde sus estaciones. Las estaciones de servicio siguen surtiéndonos de combustible para millones de automóviles y motocicletas circulen conducidos por seres que sólo pensaran en el otro mundo al oír las noticias.
Ese otro mundo es el compuesto por los países en guerra. La que mantiene Israel en la Franja de Gaza tratando de eliminar al grupo terrorista Hamas y la de Ucrania defendiendo su territorio frente al afán anexionista del ruso Putin, son las más conocidas. Pero no son las únicas. Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria engrosan la lista de países en estado de guerra.
“Con seguridad, al menos habrá ocho guerras hasta final de año, pero probablemente sean más”, afirma Therese Petterson, coordinadora del Programa de Datos de Conflictos de Uppsala (UCDP), un proyecto sueco que investiga, organiza y publica datos verificados sobre conflictos y que es utilizado como referencia por organismos de la ONU, el Banco Mundial y otras entidades internacionales. Se considera que un país está en situación de guerra cuando se produce la muerte de al menos 1.000 personas en un año. Menos de las que se producen en accidentes de tráfico en las carreteras españolas, que en el año 2023 alcanzó la cifra de 1.145 fallecidos. Una guerra tan pacífica como silenciosa como la que supone el suicidio en nuestro país: 4.227 personas decidieron poner fin a su vida en 2023.
La guerra y la muerte forman un binomio igual al producido por el dolor y el hambre. Últimamente huir para sobrevivir se ha convertido en la única solución posible para infinidad de familias. Ese obligado movimiento migratorio, cuando se trata de ciudadanos de alto poder adquisitivo, que huyen de una situación bélica, provoca cambios en la localización de recursos económicos. Suele ser inmigración legal, frente a la que se produce por aquellos que se juegan la vida entrando en otros países de manera ilegal, que supone una carga económica demasiado grande para los países de acogida.
España recibe contingentes de población de los dos tipos, mientras empuja hacia el exterior a parte de su población en busca de mejores expectativas laborales y económicas. Son más de 2.800.000 españoles quienes decidieron vivir fuera de nuestras fronteras ante la imposibilidad de hallar aquí las expectativas económicas necesarias. No estamos en guerra pero se está creando un ambiente prebélico de enfrentamiento que nada bueno puede traer.
Tenemos un ejemplo reciente en la Guerra de los Balcanes que se produjo desde 1991 a 1995 y significó el fin de la República Federal Socialista de Yugoslavia como nación. Murieron más de 130.000 personas y dos tercios de la población resultó desplazada de sus hogares.
Según James Salomón , “Aunque las similitudes históricas y socio-políticas entre la antigua Yugoslavia y España son mínimas, conviene no olvidar los efectos y consecuencias de conflictos generados por los separatismos nacionalistas, que suelen comenzar en las elites políticas y universitarias (como en Bosnia) y acaban con enfrentamientos y conflictos armados que sufren especialmente el pueblo llano con consecuencias devastadoras”. En 1991 Croacia,Eslovenia y Macedonia se declararon independientes. Bosnia Herzegovina lo hizo un año después. Al no existir una mayoría clara de ciudadanos serbios y bosnios de religión musulmana, los serbio-bosnios proclamaron la República Sprska, dando como resultado un enfrentamiento armado interétnico en el país mas desarrollado y moderno de la Europa del Este. Continúa el profesor Salomón: “Aquí está el peligro, en las regiones donde no hay mayorías claras, como puede ser el caso en nuestros días de Cataluña, donde una eventual independencia ‘catalanista’ puede ocasionar la auto-independencia de otras zonas ‘españolistas’ (Tabarnia), con el peligro de enfrentamientos civiles, incidentes de toda clase y formación de enclaves y guetos”.
Quien no conoce la historia está condenado a repetirla.