No hace falta que nadie venga a cerrar el chiringuito, los que viven de nuestra pasión se encargarán de acabar con este negocio de cuatro. No es casualidad que otra tarde de «No hay billetes» salte otra ruina ganadera al ruedo con las presuntas figuras en el cartel. Ya no tienen vergüenza ni en la presentación del ganado y eso que vieron trece. Un compendio insufrible de toros descastados, sin fondo ni gota de sangre brava y sosería impenitente, de esa que descorazona al seguidor más entusiasta. Sacaron nobleza rajada y pastoril y al menos no molestaron a los esforzados maestros. A eso se apuntan; en el pecado llevan la penitencia, y nos fustigan a los sufridores con su cómoda mediocridad sin ambición ni respeto.
Aguado vino a torear y dejó una clase magistral de gusto capotero. Fogonazos muleteros de aroma, naturalidad y sevillanía pura. De largo lo mejor de la tarde.
Morante dejó destellos capoteros y una faena de apuntes esperanzadores en su primero. Y de Manzanares poco que reseñar, pesado y pedagógico en su primero, no destacó ni con la espada en el quinto.
Tarde para olvidar o para recordar mucho tiempo, sobre todo los que pagan las baratas entradas de Sevilla; en la tele duele menos. Creo que al ganadero le va mejor su línea de exportación de Jamón. Es una idea.