M. Recio. suiteinformación.- Hay un dicho en el mundo de la economía productiva y viene a decir que en época de crisis no hay que fundar empresas sino hacer negocios. La primera característica definitoria de la empresa es la conjunción de capital y trabajo para la consecución de un fin cuál es el de conseguir beneficio. ¿En qué cantidad ? Pues cuanto más mejor. Esto provoca a su vez la autoliquidación y el pago de impuestos anuales y una redistribución de gran parte de ese dinero recaudado en ayuda del bien común y las clases sociales más desfavorecidas de la sociedad.
La empresa necesita tiempo, el negocio rapidez.
Un buen negocio requiere de inversión, a veces mínima, sagacidad, oportunidad y buenas relaciones. El negocio es más complicado de controlar fiscalmente, al contrario de lo que ocurre con la empresa. No necesita de domicilio social, centro de trabajo, personal, contabilidad, instalaciones, marcas y producto o servicio. Digamos que el negocio es como más salvaje e incontrolado. Tiene su argot propio: términos como pase, pelotazo, cobros en negro….
A la empresa se dedican los empresarios y al negocio cualquiera. La mediación inmobiliaria en España se considera hoy más como negocio que como actividad profesional o empresarial, desde que un buen día, uno de los gobiernos del PP presidido por José María Aznar, decidió por decreto desprofesionalizarla. Esto abrió la puerta a la especulación y al negocio incontrolado en el sector inmobiliario. Resultado: en sólo cinco años, desde el 2002 al 2007 los precios subieron un 100%. Una jungla sin control al servicio de avispados advenedizos y gente sin escrúpulo ni conocimiento, con ninguna o muy escasa experiencia y preparación.
Tanto la actividad empresarial como la puramente de negocio requieren de moralidad y ética en sus respectivos ejercicios y desarrollos. Cumplir también con la normativa en vigor en definitiva.
Pero… no hay ley ni límites cuando el negocio se emprende desde las cavernas administrativas. Información privilegiada e impunidad a partes iguales.
Un buen negocio es vender mascarillas a 3,27 €/unidad cuando en fábrica se compran por 0,05€. El beneficio bruto obtenido sería en este caso de 3,22 € por unidad. Dinero fácil pagado por el Estado con cargo a Presupuesto, sin seguir pauta alguna de contratación, justificado todo por la urgente necesidad de protección de las vías respiratorias de millones de personas para evitar contagiarse de COVID 19.
En este anómalo escenario aparece la oronda figura de Koldo García. Con singular sagacidad consigue planear primero y orquestar después una trama compuesta por diferentes listillos que a las órdenes de no se sabe bien, pero con clara influencia política, consiguen montar un macro negocio mientras a millones de españoles se les obligaba a un encierro, ya declarado inconstitucional. Utilizar la desgracia de muchos para el enriquecimiento de unos cuantos causa repulsión cuanto menos y es necesario aclarar lo antes posible de quienes recibieron la orden de comprar, Francina Armengol, Grande Marlaska, Ángel Víctor Torres, entre otros, a la sociedad tapadera creada para tal fin defraudatorio, de pomposo nombre: Soluciones de Gestión y Apoyo Empresarial, S.L.
Koldo preparó a las órdenes de sus señoritos un buen caldo con fondo pero sin fondos, compuesto por jamón en lugar de “gestión” y un buen pollo en lugar de “apoyo”, con lo que se ha “solucionado” la vida de unos pocos a costa de la “empresa” de todos, como son los fondos públicos a disposición de la poca vergüenza.