Jesús Javier Corpas Mauleón. suiteinformación.- El cielo está plomizo, mientras el futuro próximo aparece gris oscuro. Y yo estoy convencido que hasta Llavero, en su sitio de honor de mítico Carriquiri, también los prefiere despejados.
Sin embargo, entre los nubarrones que nos acechan concurre una grata noticia: tras muchísimo tiempo ha retornado la Casta Navarra a primera división. Si en manos de muchos ganaderos como Macua o Arriazu es reina para festejos populares, ahora, por obra de Reta, ha protagonizado de nuevo corridas de toros.
Estos astados, entre otras cosas los primeros de lidia en poblar América, desaparecieron hace mucho de los cosos. Ocurrió por su tamaño chico, aunque más porque su acometividad ponía en dificultades a los espadas. Sobre todo, para realizar las faenas que, cada vez más, iba exigiendo el público; no nos engañemos.
Y, con la buena nueva, me he acordado de dos ilustres.
Domingo Ortega era un diestro inteligente, ninguna figura no lo es, que en 1950 pronunció una sabia conferencia en el Ateneo de Madrid. Fue publicada por La Revista de Occidente, que fundara Ortega y Gasset, el filósofo español más importante desde la anterior centuria.
De José Ortega y Gasset se conoce su brillante trayectoria intelectual. También, su tránsito desde el apoyo a la II República hasta su desencanto y huída de la misma. Sobre su trabajo, son ampliamente conocidas sus Meditaciones del Quijote, La rebelión de las masas o la España invertebrada. Pero quizás alguien ignore que participó en el libro del maestro Domingo con una investigación interesante. Allí habla del Bos primigenius, cuya traza solo permanece en la cabaña brava.
Del animal se conocía su genio indomable y su peligro. El nombre de Uro procede de César, ya que sus legiones oían a los germanos llamarlo Aurochs. Al no tener cabida en la ganadería de carne y leche, por su carácter, fue desapareciendo. No obstante se conserva una detallada descripción de él en texto del barón de Herberstein, embajador de Carlos V. En el siglo XVII aun pacían unos pocos ejemplares en el bosque de Jaktorowka, hoy Polonia.
Nos aclara Ortega que, según carta de Leibnitz, fechada en 1712, este pensador pidió al rey de Prusia se pintase un retrato del postrer superviviente, que el monarca conservaba en cautividad. Era para el tratado “Julio César”. En esa misiva encontramos el único dibujo realista de dicho bóvido.
De tal manera, la alegría por la vuelta de aquellos terribles colorados a primea línea de la fiesta, también la habrán disfrutado ambos Ortega por lo que les toca; y Llavero, que demostró mantener la herencia de aquella arcana valentía indómita.