REDACCION. M. Recio. suiteinformación.es- Hay un binomio de imposible separación: democracia-elecciones. Podría entenderse la existencia de una democracia parlamentaria sin que periódicamente los ciudadanos que en ella conviven , ¿no fueran llamados a las urnas para emitir su voto? Se suele caer en el error de pensar en la vacuidad del voto. Se piensa que un voto no tiene contenido y lo que es mucho peor: no es importante entre millones de sufragios. En las pasadas Elecciones Generales el índice de abstención, es decir de voto no emitido, fue del 33,41 %. Eso significa que uno de cada tres ciudadanos con derecho y deber cívico de votar, no lo hizo.
Los argumentos esgrimidos a la hora de justificar a familiares y amigos el por qué de la decisión de pasar de votar, son casi siempre absolutamente peregrinos.
Se dice que en España, cada individuo podría conformar un partido político propio e independiente. El carácter celtibérico es de un individualismo asombroso. La más mínima controversia o disconformidad con un programa o candidato puede ser suficiente causa como para meter a todos en un saco y disparatar de la clase política, aún a sabiendas de que se está cometiendo un error tan grueso como injusto e injustificado. Cuantas veces hemos oído la frase: –“En las próximas va a votar su padre”. La impotencia suele ser la madre de la ignominia. La desinformación causa estragos en una democracia joven como la nuestra y hoy los medios están dando sobrados ejemplos de dirigismo y entrega al poder. Así no hay manera.
Sin embargo la participación masiva en los comicios es de vital importancia. Votar a una determinada formación o candidato no compromete a nada y hay que saber aceptar que, con el paso de los días , se pudo constatar el haber cometido una equivocación. Eso no es tan lamentable. Si lo es caer en la irresponsable, cómoda y dañina abstención. La mayor participación se dio en 1982 con un 79,97 % . Pero ha ido disminuyendo hasta llegar al 66,23 % en 2019. Unas décimas más se han conseguido en las calurosas Generales pasadas, donde el índice de participación subió al 66,59%. Los resultados que se dieron han configurado un Parlamento en el que será muy complicado legislar y en el que las minorías nacional-separatistas definirán e impondrán sus insaciables apetencias a los partidos mayoritarios, que ya han renunciado a la posibilidad de negociar y alcanzar acuerdos para poner a aquellos en el lugar que les corresponde. Esta situación es una fábrica de generación de abstencionistas. Otra opción sería el importantísimo voto en blanco o voto de sobre vacío. Beneficia a los partidos mayoritarios pues se considera voto válido, perjudicando a los minoritarios entre los que se encuentran las formaciones separatistas, pues les complica alcanzar el porcentaje mínimo exigido del 3%.
Por lo tanto hay que concluir que, si ningún partido es de su gusto, no entiende de política, está enfadado con el mundo, las cosas no van como usted quería y además no es demócrata y se niega a aportar su humilde nota al pentagrama, no deje de ir a votar e introduzca un sobre vacío en la urna. No meta en él una fina rodaja de chorizo pues entonces su sabroso voto tendrá un extraordinario mensaje, pero…. será voto nulo. M. Recio. 7/10/2023