Hispanismo Siglo XXI
A veces, los números y las magnitudes desnudas resultan fríos y desprovistos de términos comparativos que el entendimiento pueda aprehender de forma cabal. Nos resulta más cómodo trazar similitudes con dimensiones con las que estemos familiarizados y que se encuentren en un ámbito más próximo. Entonces nos hacemos una idea que es asequible y válida, una noción que nos ilumina con una claridad que las meras cifras tan solo insinuaban.
Cuando se afirma que la anexión territorial de Estados Unidos sobre territorio mexicano ha sido la mayor de toda la historia mundial, que no hay ninguna otra que la haya sobrepasado en magnitud, estamos afirmando que de un modo pavorosamente raudo 2,4 millones de km² de territorio mexicano son apropiados por Estados Unidos mediante una venta coactiva. México pasa de 4,3 millones de km² de superficie a 1,9 millones de km². California, Nevada, Utah, Colorado, Arizona, Nuevo México y Texas pasan a ser estadounidenses. A Texas se renuncia, tras su mal llamada independencia.
Esos territorios poseen unas riquezas naturales inmensas. Su posición geoestratégica es envidiable. Texas con salida al golfo de México, California con salida al océano Pacífico. Mediante la denodada construcción del ferrocarril se conectó la costa este con la costa oeste de Estados Unidos, de suerte que se abrió un canal espectacular de tráfico de personas y mercancías que propició la prosperidad económica y social.
El formidable desarrollo económico e industrial de los Estados Unidos fue impulsado por los enormes yacimientos de petróleo y gas natural de Texas. En Utah y Arizona la minería del cobre y de la plata alcanzan proporciones de una singular relevancia. Hay que añadir, también, las aguas territoriales y sus riquezas naturales. En la actualidad, California con 40 millones de habitantes sería por sí misma la 5ª potencia económica mundial.
La anexión de estos territorios no solo constituye la mayor anexión de la historia mundial en cuanto a superficie apropiada, y en tan corto periodo temporal; también cambió el rumbo de la historia posterior, pues estos inmensos territorios permitieron que Estados Unidos se elevase al rango de primera potencia mundial, e hiciera valer su hegemonía sobre el conjunto del resto de naciones.
Así pues, el origen de la hegemonía mundial estadounidense comienza en 1848. Nueva España que era uno de los territorios más prósperos en su tiempo se independiza como México. A partir de 1848, tras la brutal anexión, Estados Unidos asciende al podio de potencia mundial; mientras, México entra en un ciclo interminable de crisis traumáticas que lo convierten en nación de segundo o tercer orden, inofensiva para sus vecinos estadounidenses.
Para hacernos una idea de esta colosal anexión, la mayor que se haya dado desde los albores de la historia, conviene encomiar este texto:
«Los autores de la obra ‘El Tratado de Guadalupe Hidalgo en su sesquicentenario’, recordaron que su suscripción le significó a nuestro país desprenderse de cerca de 2 millones 300 mil kilómetros cuadrados de terreno, equivalente a la superficie de España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Portugal, Suiza, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Hungría y Croacia juntas» (Boletín UNAM-DGCS-072).
Si lo trasladamos al continente americano la anexión territorial de Estados Unidos sobre México sería de una superficie aproximada a las superficies de Panamá, Colombia, Venezuela y Ecuador juntas.
Pocos quieren resaltarlo y recordarlo, pese a constituir un acontecimiento histórico inigualable y crucial. En cambio, el oro y la plata que se llevaron los españoles de América está en boca de todos y se sirve en todos los platos. Tengamos presente que el oro que España extrajo de toda América en 150 años es el equivalente aproximado del que México extrae actualmente en algo más de año y medio (Cfr. ABC Historia, 09/07/2022).
¿No da que pensar y huele a tenebrosa malquerencia que un acontecimiento histórico que bate todos los récords y resulta trascendental para entender la historia contemporánea mundial se reduzca y ensombrezca, mientras que otros que no alcanzan –ni de lejos– tal envergadura se magnifiquen y aireen con inusitada profusión? ¿Hay algún interés poderoso que presione para empequeñecerlo o esconderlo? ¿Alguien mueve los cordeles entre bastidores para frenar o detener su difusión?
Por Luis Pinilla