Javier Nadal
Hispanismo del siglo XXI
Siglos antes de que el ferrocarril se topara en su camino con los temibles habitantes del indómito oeste de Norteamérica, los españoles habían campado y explorado por casi todos los rincones del subcontinente. Para proteger a los misioneros, punta de lanza del Imperio, y a los aventureros europeos, el Virreinato de Nueva España creó una impresionante red defensiva que se extendía desde el Altar, en Sonora, hasta Espíritu Santo, en Tejas. Si la misión requería ir más allá, la única arma a disposición del Imperio eran los dragones de cuera. Una unidad de élite especializada en la lucha contra los hábiles jinetes comanches. Así, las grandes llanuras del sur y el oeste de Norteamérica han pasado a formar parte del imaginario colectivo indisolublemente unidas a las películas de indios, vaqueros y soldados. Pero cuando los primeros americanos se adentraron en estas tierras, hacía tiempo que habían sido ya holladas por los indómitos castellanos. Antes de que llegasen los colonos anglosajones en sus caravanas de carromatos, los españoles ya habían levantado iglesias, pueblos y ciudades; antes de que la caballería yanqui patrullase al son de Garry Owen, los dragones de cuera del virreinato de Nueva España ya habían recorrido esas sendas, antes de que se erigiesen los fuertes americanos, los presidios ya habían dominado las planicies y antes de que navajos, apaches y comanches se enfrentasen con los Estados Unidos, ya habían librado sangrientos combates contra las tropas del Rey de España.
En (Kansas) se pueden apreciar una espada y elementos de aparejos de caballo españoles encontrados en dicho estado. En la hoja de la espada reza ‘No me saques sin razón; No me envaines sin Honor.’ Por TymbuuK
ENGLISH
Centuries before the railroad ran into the fearsome inhabitants of the wild west of North America, the Spanish had camped and explored almost every corner of the subcontinent. To protect missionaries, the spearhead of the Empire, and European adventurers, the Viceroyalty of New Spain created an impressive defensive network that stretched from El Altar, in Sonora, to Espiritu Santo, in Texas. If the mission required going further, the only weapon at the Empire’s disposal were leather dragons. An elite unit specialized in fighting the skilled Comanche horsemen. Thus, the great plains of the south and west of North America have become part of the collective imagination, inextricably linked to movies about Indians, cowboys and soldiers. But when the first Americans entered these lands, they had long since been trampled by the indomitable Castilians. Before the Anglo-Saxon settlers arrived in their caravans of wagons, the Spanish had already built churches, towns and cities; before the Yankee cavalry patrolled to the tune of Garry Owen, the leather dragons of the Viceroyalty of New Spain had already traveled those paths, before the American forts were erected, the presidios had already dominated the plains and before the Navajos, Apaches and Comanches faced the United States, they had already waged bloody combat against the troops of the King of Spain.
In (Kansas) you can see a sword and elements of Spanish horse tack found in that state. On the blade of the sword it reads ‘Do not take me out without reason; Don’t sheathe me without Honor.’ By TymbuuK