Germana de Foix, era una mujer joven, bella, de carácter alegre y sexualmente apetecible para cualquier hombre. Ella era una mujer educada en Francia, le gustaban las fiestas y tenía una mentalidad un tanto alejada de los rigores ascéticos y “místicos” que envolvían los ambientes de las cortes castellanas y aragonesas. La mayoría de los historiadores españoles han afirmado que ninguna mujer ha levantado tantas pasiones en España como lo hizo en su día Germana de Foix.
Era hija del noble francés Juan de Foix (conde de Etampes y vizconde de Narbona) y de María de Orleans (hermana de Luís XII de Francia). La llegada de Germana de Foix a España transcurriría a través de un tránsito entre monarquías, y fue un acuerdo entre caballeros coronados.
En 1505, y después de muchas guerras, el rey francés Luis XII y Fernando el Católico, firmarían el Tratado de Blois. En dicho tratado acordaron que Germana de Foix, (sobrina del monarca francés), de 18 años contraería matrimonio con Fernando, 35 años mayor que ella. Recordemos que Fernando el Católico había enviudado un año antes de su esposa Isabel I de Castilla. Fernando se casó por poderes en una ceremonia que tuvo lugar el palacio de los condes de Buendía, en la villa de Dueñas (Palencia), el 18 de marzo de 1506. El matrimonio se consumaría al poco tiempo en la ciudad de Valladolid.
El rey Fernando, era desconfiado por naturaleza, y no se fiaba ni del rey francés, ni de su sobrina, (su esposa), de nada, ni de nadie. Desconfiaba de la alianza y de la boda, a partes iguales. Pero resulta significativo que fuera en Dueñas, donde Fernando vio por primera vez a su reciente esposa, y donde, posiblemente, se casaron en secreto, (de este hecho, los historiadores nunca se pusieron de acuerdo).
Fue en Valladolid donde tuvo lugar aquella ceremonia oficial. Por ello Dueñas y Valladolid estaban íntimamente asociadas al recuerdo de su matrimonio con Isabel la Católica. Por si fueran pocas las cautelas y actos de recuerdo de su anterior esposa, Fernando declaró ante un notario y tres testigos aragoneses que “la boda se había llevado a cabo por motivos políticos y de que los derechos sobre el trono de Nápoles, que el rey francés le reconocía mediante el tratado y la boda, en el caso de morir él primero, pasarían a ser patrimonio del heredero de la corona de Aragón y no de la joven viuda”.
Para que quedaran aún más evidentes sus intenciones, Fernando consiguió del Papa Julio II la anulación de las capitulaciones matrimoniales que había firmado antes de la boda con Germana; pues según estas, en el caso de no tener descendencia el matrimonio Aragón-Foix, los derechos sobre el reino de Nápoles revertirían al rey francés. No pareciéndole suficiente esta maniobra, posteriormente Fernando consiguió que el Papa excomulgara a Luis XII.
Después de un inicio matrimonial tan poco esperanzador, Fernando se dispuso a engendrar un hijo con su flamante esposa Germana, y así conseguiría evitar completamente el cumplimiento de los acuerdos que había firmado. A pesar de su avanzada edad, este «rey emérito», se puso manos a la obra, y tuvo un éxito sin precedentes y pocas veces recordado. En 1509 nacería el príncipe Juan de Aragón, que sólo viviría unas horas. La inteligencia de Germana motivó que Fernando le concediese un importante cargo ejecutivo, el de, lugarteniente general de Aragón, Cataluña y Valencia. Tal responsabilidad se extendió a la presidencia en nombre de su marido las Cortes de 1512 y 1515, en las que se negociaban los impuestos con los procuradores de las ciudades.
El celoso y desconfiado Fernando, se aficionó demasiado a su joven y bella esposa, y al enterarse de que el vicecanciller de Aragón se había enamorado de ella, trasladó a ese insigne caballero aragonés a Castilla encerrándole durante bastantes años en el castillo de Simancas, hasta que se le pasaran las calenturas…
El amor y la pasión desmedida que sentía nuestro rey, de todos los reinos, por su simpática esposa pudo ser mortal, pues se afirma que su fallecimiento en 1516 se debió en gran parte a la toma de las infusiones de hierbas destinadas a estimular su vitalidad y vigor sexual, (de haber existido la Viagra, hubiese agotado las existencias en poco tiempo).
Muy feliz con su esposa, el Rey legó a Germana las villas de Madrigal de las Altas Torres y Olmedo, además de unas cuantiosas rentas; y como muestra definitiva de su amor, en su testamento le mandó a su nieto Carlos que velara por ella: “pues no le queda, después de Dios, otro remedio sino sólo vos”, (y el joven príncipe se debió tomar al pie de la letra los dictados de su abuelo).
Carlos, (futuro emperador), llegaría a España al año siguiente del fallecimiento de su abuelo Fernando, conociendo a la que fuese su mujer Germana, en Valladolid. En esa época, Carlos tenía 17 años y Germana 29.
Parece ser que el rey emperador Carlos se tomo al pie de la letra la manda testamentaria de su abuelo Fernando, y se puso a cumplir todo lo ordenado con verdadero entusiasmo, ya que se ocupó intensamente de la viuda, en su afán de que no le faltase de nada.
La belleza y gracia natural de Germana, contribuyó al buen entendimiento entre ambos, otro hecho resaltable en esta buena comunicación se debe a la lengua compartida de ambos, puesto que los dos hablaban perfectamente el francés. Carlos llegó a España, sin conocer apenas la lengua castellana, no sabía nada de los usos y costumbres del país que le tocaría gobernar en un futuro no muy lejano, y tampoco conocía a los nobles con los que tendría que relacionarse en sus funciones como monarca y emperador.
Por ese motivo, le resultó muy útil encontrarse con una mujer que había gobernado el Reino de Aragón y conocía a todas las personalidades de la Corte de Castilla. El enamorado joven se dedicó a intentar impresionar a Germana, organizando espectaculares torneos en los que el propio rey participaba.
Para que no se supiera que pasaban tanto tiempo juntos él y ella, y tratar de mitigar las habladurías acerca de tan escandalosos amoríos entre la que fuera mujer de su abuelo y el príncipe borgoñón, recién llegado, Carlos ordenó construir un puente de madera entre el Palacio Real de Valladolid y el palacio donde residía su amada, para así poder visitarla más a menudo y no dar pie a habladurías y especulaciones acerca de su entrañable relación personal entre parientes. Y es que Carlos era igual que su padre, sentía debilidad por las mujeres bellas.
Carlos, al igual que le ocurrió a su abuelo, estaba locamente enamorado de su fiel amante, y un año después de haberse conocido, Germana dio a luz a una niña, la infanta Isabel de Castilla, hija a la que nunca llegaría a reconocer el joven rey. A la niña Isabel la recluyeron en el convento de Nuestra Señora de Gracia en Madrigal de las Altas Torres (Ávila). La verdad, es que se tienen muy pocos datos acerca de la vida de esta infanta, solamente la reclusión obligada de la que fue victima por parte de mandato expreso sus padres, especialmente de su padre el rey de España, y que no tenía ningún tipo de contacto con ellos.
Esa comunidad de religiosas de Ávila, ya albergaba allí a otras dos hijas no reconocidas del rey Fernando el Católico; ambas se llamaron María. Una de ellas era hija de la dama portuguesa María de Pereira, en tanto que la otra era hija de la dama vasca Toda de Larrea. Solo en su testamento Germana de Foix se atrevió a poner por escrito que era hija de Carlos el Emperador; también la legó un importante collar de 133 perlas, aunque poco uso podría haber hecho de el una joven monja de 18 años, enclaustrada de por vida.
La afinidad o “feeling” que existía entre Carlos y Germana era visible, y esa tensión sexual resuelta casi a diario, con nocturnidad y alevosia, hacia demasiado ruido para mantenerse oculta y daba pie a todo tipo de hipótesis, esta querencia afectiva y amatoria se mantuvo con el tiempo, a pesar de la imagen social “negativa”, que proyectaban los amantes.
Quisiera resaltar un hecho que para mí adquiere relevancia y es muy significativo desde el punto de vista histórico. Y es que, en 1519 el joven y soltero rey Carlos, se hace acompañar por Germana a las negociaciones con las Cortes de Aragón y de Catalunya (territorios que ella había gobernado por delegación de su anterior esposo Fernando el Católico), y en la Jura de lealtad de Zaragoza y Barcelona.
El enamorado Carlos, hizo todo esto para asegurar la respetabilidad de Germana ante las crecientes murmuraciones, el 17 de junio del mismo año el rey la casó con uno de los magnates alemanes de su séquito: Fernando, duque de Brandeburgo. Boda que le vinculaba a uno de los cinco electores del Imperio a los que Carlos debía de convencer para ser elegido. Por esa razón al año siguiente Germana viajaría a Aquisgrán (Alemania) para estar presente en la proclamación de Carlos como Emperador.
Carlos nunca puso en duda las capacidades de Germana, ni en la cama, ni fuera de ella. De hecho Carlos le encomendó a Germana una misión muy arriesgada, esta misión consistía en ocupar el cargo de virreina y lugarteniente general de Valencia. Significativamente, su esposo, (el duque de Brandeburgo) fue puesto a sus órdenes, en calidad de capitán general del reino de Valencia. En paralelo a la sublevación de los comuneros en Castilla, el matrimonio debió de enfrentarse a la Guerra de las Germanías.
De Germana se conoce su belleza y simpatía social, pero se desconoce su religiosidad, principios y catadura moral, puesto que en ningún momento le tembló la mano a la hora de firmar sendas sentencias de muerte. De Germana se dice, que aprobó 800 sentencias de muerte hasta restaurar el orden; se ha escrito que debieron de sustituirse las horcas de madera por otras de piedra, con el fin de aguantar la continua sucesión de ejecuciones ordenadas por la pareja, o por Germana, únicamente. Comparativamente, la represión llevada a cabo por Germana en Valencia fue mucho mayor que la llevada a cabo contra los comuneros en Villalar. El Emperador no olvidó a Germana, retrasando varios años el cumplimiento del compromiso matrimonial con Isabel de Portugal, que fue quien acabaría sustituyendo a Germana en el corazón y la vida de Carlos.
Germana enviudó de nuevo el 5 de julio de 1525. Y como toda real hembra está necesitada de tener un hombre cerca, se casó al año siguiente con un tercer marido llamado Fernando; y que además era el segundo que se llamaba “Fernando de Aragón”. El afortunado fue Fernando duque de Calabria, hijo primogénito y heredero de Federico I ex-rey de Nápoles. Se da la circunstancia de que el padre del tercer Fernando había perdido en 1501 su reino en favor de Fernando el Católico, primer marido de Germana…